Manteca de karité: El oro de las mujeres, una bendición para la piel - Con receta

En Europa, la manteca de karité está contenida en multitud de productos cosméticos por sus extraordinarias propiedades protectoras de la piel. La mayor parte es producida en África de manera artesanal. Allí, esta manteca es mucho más que un producto para el cuidado cutáneo.

Hay muy pocos productos mejores para la piel que la manteca de karité, y eso lo sabe todo el mundo. Lo que no tantos saben, es el lugar de procedencia de este producto de cuidado de la piel. Se trata de una sustancia que se extrae del fruto del árbol de Karité y totalmente a mano.

Este árbol crece en África tropical desde Senegal hasta Uganda, por ello se conoce esta zona como "Shea-Belt", es decir el "cinturón de Karité". En este área, las mujeres recolectan sus frutos y producen la valiosa manteca. La mayoría de ésta, también llamada "El oro de las mujeres", se extrae artesanalmente según la tradición, necesitando bastante trabajo.

¿Cómo se produce la manteca de karité?

Desde la recolección de las semillas hasta obtener la manteca de karité, se necesita pasar por un largo proceso. Primero, se cosechan los frutos a mano y se dejan secar al sol. Finalmente, se retira la cáscara y se trocea su interior.

Aquí es donde empieza la verdadera producción de la manteca. Se secan de nuevo las semillas y se tuestan al fuego, proceso que determina el color final del producto: podemos encontrar todo un espectro, del blanco, al amarillo e incluso negro.

Se trocean de nuevo los frutos y se mezcla con agua. La masa resultante se amasa y prensa a mano.

Esta emulsión grasienta se cuece hasta retirar el agua sobrante, y posteriormente se filtra con ayuda de un filtro de algodón. Cuando por fin se enfría, la manteca está lista, aunque la que se usa para exportación muchas veces se refina aún más, hasta obtener una sustancia inodora y blanca.

Propiedades de la manteca de karité

  • Sus maravillosas cualidades se conocen desde hace milenios. Entre otras virtudes terapéuticas, podemos contar:
  • Alivia la piel con picor y enrojecida
  • Calma 
  • Alisa la piel
  • Intensamente untuosa

Sin embargo, en África no sólo es utilizada para el cuidado de la piel. El árbol y todos sus derivados acompañan a los africanos desde su nacimiento hasta su muerte: hojas, frutos, resina, corteza... Usan su aceite para cocinar, su resina es un pegamento natural, funcionando asimismo como chicle y con las sobras restantes de hacer la manteca de karité, reparan las paredes de sus cabañas. Además, la medicina africana tradicional también utiliza la manteca de karité. Es por ello una planta con multitud de utilidades, aprovechada por los africanos hasta el día de hoy en diversos aspectos de su vida.

Apoyo regional

Hoy en día, muchos productores de cosmética natural apoyan a las cooperativas de mujeres del Shea-Belt. Una de ellas es por ejemplo, Farfalla. La compañía suiza apoya a diferentes cooperativas en Burkina Faso. Parte de sus ganancias es destinada a mejorar las condiciones de vida de las personas de esa zona. Se han desarrollado proyectos de cooperación como por ejemplo la contrucción de pozos o molinos de cereales.

Haz tu propio bálsamo de labios

La manteca pura de karité es maravillosa, especialmente para los amantes de la cosmética natural casera. La manteca, inodora y sólida a temperatura ambiente es la base de un sinfín de pomadas y bálsamos para el cuidado de la piel seca y estropeada.

En invierno, los labios están expuestos a condiciones muy adversas, siendo especialmente importante su cuidado. Para ello, te proponemos una receta para un bálsamo labial casero, cuya preparación te resultará de lo más sencilla:

Ingredientes:

  • 7g manteca de karité
  • 3 g aceite jojoba
  • 2 g de aceite de espino amarillo
  • 1 gota de aceite esencial de melisa (10%)

Preparación

  1. Calienta el aceite de jojoba en un recipiente al baño María.
  2. Añade después la manteca de karité, hasta que se derrita. Atención: no dejes que se caliente demasiado. Por este motivo, retira de vez en cuando el recipiente y remueve bien la mezcla.
  3. Cuando se integre bien, deja que la masa se enfríe.
  4. Añade entonces el aceite de espino amarillo y una gota de aceite esencial de melisa, mezclándolo todo bien.
  5. Rellena un pequeño tarro con el resultado y deja que termine de enfriarse.